martes, 9 de septiembre de 2014

Siete vidas tiene un... etarra

Era Noviembre de 2008 cuando a Josu Ternera no se le daba más de un año de vida por el cáncer de estómago que venía padeciendo desde hacía un tiempo y que -según decían- le había apartado de la dirección de la banda asesina. Las fuerzas de seguridad lo situaron recibiendo tratamiento en una clínica ubicada en el triángulo que forman las fronteras de Francia, Alemania y Suiza.

El inductor de la matanza de la Casa Cuartel de Zaragoza (en la que fueron asesinadas 11 personas -cinco de ellas niños-) fue visto por última vez en Venezuela la pasada primavera, de compras por un centro comercial y su aspecto no era ni el de un zombi (según los médicos debería llevar muerto 4 años) ni el de un moribundo.

Era Septiembre de 2012 cuando a Bolinaga no se le daba más de seis meses de vida por el cáncer de riñón con metástasis que venía padeciendo desde hacía un tiempo y que -según nos juró y perjuró Jorge Fernández Díaz- hacía necesaria su puesta en libertad. De lo contrarío él cometería un delito (y supongo que un pecado) de prevaricación.

El asesino de dos personas e inhumano secuestrador de Ortega Lara sigue paseando su palmito por los bares de Mondragón tomando vinos con los amigos, por más que la Sociedad Española de Cuidados Paliativos exija que sólo se consideren terminales las enfermedades incurables con pronóstico de vida inferior a los 6 meses.

Ambos asesinos podrían haberse dignado a pedir perdón a sus víctimas y a la sociedad entera por el daño causado. Pero no. Posiblemente porque en su fuero interno no creen haber hecho nada malo. Es más, seguro que a sí mismos se consideran héroes de la causa vasca. Y es el que nacionalismo antepone la nación por encima de la persona. Y por supuesto por encima de Dios. No importa acabar con la vida de alguien, si el objetivo es liberar la nación.

Supongo que muchos meapilas nacionalistas se estremecerán cuando lean en la pasión de Cristo aquellas palabras de Caifás: "conviene que muera un hombre para que se salve el pueblo" (Jn 11,50)

Y es que no. No conviene matar ni destruir nada por la nación. No. En nombre de nada ni de nadie. Por eso Ternera y Bolinaga deberían pedir perdón. y si no, deberían volver a la cárcel. Y el culpable de que no vuelvan, no lo olvidemos, es el ministro del Interior. Si, Jorge, si. Tú. Tú.

Y ahora vas, y dimites. 

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