miércoles, 1 de octubre de 2014

Un hombre que amó. Un pueblo que ama.

El sábado amaneció radiante en Madrid. Luminoso. Con ese azul roto de nubes que suele presentar el cielo de la capital en los primeros días de otoño. Eras las 8 de la mañana cuando uno de mis gargantas profundas que reside en la capital llegó al Novotel Campo de las Naciones, el cuartel general de las tripulaciones cuando vamos de uniforme y donde había conseguido una habitación para acudir a la Beatificación de Don Álvaro del Portillo.

Desayunamos juntos, con nuestras esposas, en el buffet. Yo me serví un zumo de naranja, un bol grande de fruta, un par de bollos pequeños y un café solo doble en uno de esos vasos de cartón que ofrece la cadena francesa. Garganta profunda, como suele hacer, llenó su plato de huevos fritos, bacon, champiñones, salchichas, jamón, chorizo y un enorme trozo de pan. Y lo regó todo con un gran vaso de zumo de piña.

- Tío, sigues desayunando "a saco puto", como cuando estábamos en la Academia - le dije

- ¡Eh! ¡Eh! que tú eres igual... Sigues comiendo piña y sandía para que el bol parezca la bandera nacional. Eres un caso.

- Parece que va a ser un día bonito. Debajo del cielo y en el Cielo.

- Así es. Un día que merece la pena. Ya sabes que a mí no me gustan mucho las multitudes, pero chico, ya que has venido... Aquí estoy. Hago el esfuerzo y vengo para estar contigo. Te va a sentar bien. Verás. Ahora tendrás otro aliado en el Cielo al que poder recurrir cuando estés a 9.000 metros de altura procediendo directamente hacia Melilla a 900 km/h

- Déjate de aliados ¡hombre!. Ya sabes que yo he venido porque hay que venir, y porque manda quien manda: la jefa

- No te quejes tanto, Vecino, que tengo un regalo para tí

Garganta profunda echó mano al bolsillo de su pantalón y sacó un folio doblado y algo arrugado. Arriba, escrito a mano con tinta azul se leía: “Mariano Fazio: 'Historia de las ideas contemporáneas'. Eunsa, 2006”

- ¿Qué es esto? - le dije - ¿quien es Mariano Fazio?

- Es un cura

- ¡Joder! ¡Ya estamos! ¿Te parecen pocos los que voy a ver hoy aquí...?

- Este seguro que también está, porque es el que manda en el Opus Dei en Argentina. Y además es profesor de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma, donde estudian todos los que van a ser curas de la Obra.

- No descansas ni un momento ¿eh?. Esto del apostolado te lo tomas muy en serio pero ya sabes que conmigo no hay mucho que hacer...

- ¡¡Y dale!! ¡¡Quieres dejar de decir chorradas y leer!!

Estiré el papel encima de la mesa del desayuno y leí en voz alta:

- "El nacionalismo absolutiza una región parcial de nuestro ser, el hecho de ser miembros de una comunidad nacional, hasta transformar la nación en un fin en sí mismo. No se trata de un sentido de justicia que nos hace amar a la patria, sino un sentimiento de devoción total por el cual la nación se convierte en un fin absoluto. Es la afirmación de la autonomía absoluta de aquella realidad relativa que es la comunidad nacional. El nacionalismo cierra los horizontes existenciales, e impide a las personas singulares y a enteras comunidades la posibilidad de enriquecerse con los dones de la comunicación interpersonal. El mundo del nacionalista se queda pequeño, pobre y oscuro, porque es un mundo cerrado".

Me puse de pie. No aplaudí porque los camareros del hotel, que ya me conocen, pensarían que me había vuelto loco y porque mi santa ya está cansada de algunas de mis astracanadas. Pero pensé en Mas. Y en Rafa Larreina. Y en Navarra. Y en España.  

Nos acercamos a la Glorieta de Juan de Borbón y tomamos uno de los autobuses gratuitos que la organización había dispuesto hasta Valdebebas. Las palabras de Don Mariano Fazio retumbaban en mi cabeza, y el papel de garganta profunda ardía en mi bolsillo, casi tanto como ardía su calva desprotegida de gorro alguno, bajo el sol madrileño.

Asistí con cierta emoción a la ceremonia. Las Misas en Latín, sobre todo si son celebradas por alguien que sabe celebrarlas, resultan hermosas. Lástima que la liturgia haya perdido ese encanto y camine cuesta abajo por variaciones sobre el Canon…

Tras la ceremonia, emprendimos el regreso hacia el hotel para recoger el coche y volver a Pamplona. Garganta profunda caminaba a mi lado. Nuestras esposas por delante, hablando. Nosotros en silencio. Pronto, él me dijo:

- ¿Qué te ha parecido? ¿Qué te llevas? ¿Qué apuntarás en tu cuaderno de viaje?

- Apuntaré que Don Álvaro era un hombre que amaba. Que amaba a Dios, a la Iglesia y a la Obra. Y que por eso, va camino de los altares. Que amaba como la gente buena de España (murcianos, catalanes, valencianos, vascos, andaluces, navarros, castellanos, gallegos, extremeños, aragoneses, asturianos, cántabros...) ama a su país, que es unión. Unión obra del amor. Y quede el odio para el nacionalismo, una ideología que no quiere abrirse al amor y la entrega común. La inmensa mayoría de los españoles, elegimos amar. Como Don Álvaro.

- ¡Joder Vecino! ¡Eres incorregible!


1 comentario:

  1. Saludos de "El liberal navarro", la hiperactiva y bocazas voz liberal navarra. Creo prescindible es texto del sacerdote argentino sobre el nacionalismo, en tanto olvida mencionar su mas grave consecuencia en el alma de las personas y las sociedades donde arraiga: Una letal mezcla de melancolía y narcisismo que arrasa el espiritú humano. Jon Juaristi trata ese tema en varios libros. Un saludo. Hasta pronto en NC

    ResponderEliminar