El miércoles antes de operar mi primer vuelo de la mañana me
tomé un café con una de las azafatas que ese día formaban la tripulación. Me
dijo:
- “¿Viste el debate del estado de la nación? ¡Qué
vergüenza! Todos unos ladrones , unos corruptos. Esto está acabado. La
Transición ha sido un camelo y por eso Podemos está triunfando”
-
Chica, tampoco es para tanto –le respondí-. La
justicia ya está actuando y en la cárcel hay unos cuantos: la Pantoja, Núñez,
Fabra, Matas, Granados… y los de los Eres de Andalucía que huelen a pijama de
rayas…
-
Lo que quieras –me replicó ella- pero verás como
no entran todos. Y además ¿dónde está el dinero? ¿lo han devuelto? ¿Cuántos de
las cajas hay en la cárcel?
-
Tranquila, mujer, claro que queda mucho por
hacer. Pero no obliga a tener que hacer saltar por los aires la democracia
entera. Una cosa es hacer trampas y otra romper el tablero.
Mientras
llevaba el avión hasta su aeropuerto de destino pensé: Cómo de cabreada estaba
esta chica. Quizá con razón. Pero de momento se siguen pagando las pensiones,
se atiende al desempleo, se tiene una buena sanidad y una buena educación. Hay
que dejar claro que no podemos vivir por encima de nuestras posibilidades y que
hay que devolver las deudas, pero estos planteamientos radicales no llevan a
nada. Los nuevos inquisidores todo lo ven negro. No aceptan el gris. Todo está
mal y la única solución es que el Salvapatrias de la Coleta nos lleve a un
nuevo Dorado.
Hay
cosas que están mal, sin duda. Pero no todo está tan mal. Hay cosas que hay que
cambiar, sin duda. Pero no se puede hacer en un plis plas. Hacen falta años
para regenera nuestra maltrecha democracia.
Los
voceros del “todo mal” están a nómina de los populismos. De los que como no
pueden construir un cielo en la tierra, terminarán construyendo un infierno. Y
si no se lo creen, repasen la historia del socialismo en el siglo pasado.
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