viernes, 29 de mayo de 2015

Una pinza en la nariz

Seguro que se acuerdan de un anuncio de televisión en el que un paisano con una pinza en la nariz y la cara pegada a un váter decía: “¿Qué por qué llevo una pinza en la nariz?” Eran otros tiempos, claro… el inicio de la democracia, y entonces sólo nos poníamos la pinza para evitar los olores del baño.

El domingo, volverá el momento de ponérsela. Pero no para ir al baño. Para ir a votar. Unos se la pondrán roja;  otros azul; otros azul y roja; otros verde, blanca y roja;  otros naranja;  otros multicolor, y otros con color indefinido…

Seguramente este año la pinza será más grande. Unos pensaremos que el partido que más nos gusta presenta una lista penosa; otros que la gente que les puede gustar está en la lista de un partido que desearían que no existiera; otros que lo que suena a fresco y nuevo genera una cierta desconfianza… Un panorama, vamos…  Aunque la verdad… si algún partido nos encantara y ofreciera una lista impactante quizá desconfiaríamos también por resultar increíble, inédito, imposible…

Pero es lo que hay. Y esta vez Navarra se juega mucho.

No hemos visto una campaña brillante, emocionante. Tampoco la esperábamos. Así que sólo nos queda, una vez más, el maldito voto útil. Otra vez. Cierto es que los que hay se merecen un castigo, una colleja. Cierto. Lástima que para dársela haya que llenarlo todo de ikurriñas, euskera y… y… y… poco más: ikurriñas, euskera y ser lo que no somos, ni hemos sido.

Así que otra vez la pinza.

Votemos. Pero votemos, y cambiemos. A los políticos se les ha llenado la boca de “cambio” esta campaña. Y no cambiarán nada. Así que cambiemos nosotros.  Votemos, y cambiemos. No nos lavemos las manos nada más depositar el voto en la urna. Votemos, para seguir siendo lo que somos, no otra cosa, y comprometámonos más. Hagamos que se bajen del coche oficial, que nos escuchen más, que nos oigan mejor, que nos hagan más caso. Que suden por habernos pedido el voto una vez más apelando al miedo. Que se lo curren, como nos lo curramos los demás. Que cada voto que les vamos a dar, una vez más “a ciegas”, sean mil gotas de sudor en su día a día.


Votemos, sí. Por necesidad. Por responsabilidad. Y recemos porque el lunes, la decepción sea lo más pequeña posible.

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